No es el título de una película de serie B, sino uno de los temas de conversación más seguidos en el mundo hoy en día. Hace dos años, la mayoría hubiéramos caído en el mismo error si nos hubieran hablado de una epidemia global que nos encerraría en casa dos meses o de una nevada que aislaría una semana la capital de una gran nación del sur de Europa o incluso un volcán en erupción durante más de cuarenta días en un país civilizado.

Hace unas semanas el gobierno de Austria puso en marcha una campaña para preparar a la población ante un posible corte energético que, según ellos, podría producirse próximamente. Entre las recomendaciones estaban hacer acopio de combustible, velas, baterías, conservas y agua potable. Las magistraturas austriacas buscaban concienciar a la población sobre esta amenaza porque le dan visos de verosimilitud. Para ello, han desarrollado toda una serie de consejos sobre generadores móviles de energía o cómo cocinar y comunicarse sin electricidad, además de conocimientos básicos sobre primeros auxilios. Pero eso no es todo, el país alpino ha decidido preparar también instalaciones públicas como cuarteles del ejército y servir de apoyo a los servicios de emergencias en caso de un apagón.

Quizás en el siglo pasado este anuncio no hubiera salido de las fronteras austriacas, pero hoy la noticia ha corrido como la pólvora especialmente por este párrafo del comunicado del Ministerio de Defensa: «Todas las redes eléctricas de los países europeos están interconectadas en la red europea, de manera que, si hay un apagón, las luces podrían dejar de funcionar en toda Europa».

En España ha sido como echar más leña al fuego. Porque por estos lares llevamos ya unos meses que solo se habla del recibo de la luz que ha aumentado, para una familia media en lo que va de 2021 y según la OCU, un 33%. O lo que es lo mismo, la factura ha subido 181 euros en un hogar medio en España.

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